LUIS PASTRANA GIMÉNEZ

Artículo publicado en la revista anual de la Real cofradía del Santísimo Sacramento de Minerva y la Santa Vera Cruz, León, 2004. Págs. 50 y 51.

Cuando en el mes de noviembre del año 2003, seises y coordinadores de esta publicación me hacen responsable de escribir un artículo sobre la figura de Luis Pastrana, no fui capaz de pensar que era lo que podía decir. Hoy, 15 de febrero de 2004, la premura me obliga a redactar este texto, sin la coherencia con la que suelo abordar cualquier trabajo, puesto que desconozco si voy a hablar de Luis como hermano de esta cofradía, o más bien como historiador, colaborador, colega o amigo. Por ello pido disculpas de antemano.

“León no sabe lo que acaba de perder”. Estas fueron las primeras palabras que Pilar, madre de Luis, me dirigió aquel día en que decenas de leoneses pasaban por la capilla ardiente de nuestro amigo y hermano Luis Pastrana Giménez.

La ilusión, ideas y capacidad de trabajo de un hombre comprometido y enamorado de su tierra, León, habían desaparecido, y con él los proyectos y consejos de un ilustrado entendido de la cultura leonesa que nunca negó su colaboración a quién se le acercó con buenas intenciones.

Puedo afirmar que Luis, era hermano de todas las cofradías de León, aunque no lo fuera de pago, si por ser contribuidor de todas ellas, igual que de las asociaciones que bajo cualquier signo y objetivos recurrieron a él para consultar y pedir su aportación personal, algo a lo que se ofreció siempre gustosamente. Porque Luis siempre fijó su objetivo en llevar el conocimiento de su tierra a la calle, pensaba que la cultura leonesa era patrimonio público, y por ello, consecuentemente, prefería explicar las tradiciones y la historia leonesa a un grupo de amas de casa que ante un foro de grandes historiadores, quizás porque Luis era un especialista en “historias”, esas pequeñas fábulas cotidianas que acompañadas de un juicio asombroso de la bibliografía leonesa le trasformaban en un historiador de “lo leonés”.

Su pasión por León le venía de joven, “Pitagorín”, como le llamaban algunas mozas leonesas, tenía la firme convicción de renovar, cuando finalizase sus estudios de Geografía e Historia, el Catálogo Monumental de León redactado por Manuel Gómez Moreno. De este modo viajó por toda la provincia tomando datos y fotos de los monumentos descritos y de los obviados en el citado trabajo, llegando a almacenar una gran información, no solo de un modo gráfico, también en su memoria, comparable a la del disco duro del ordenador más potente de mercado. Trabajó, entre otras cosas, en editoriales leonesas, fue profesor, periodista en la radio, y jefe de prensa de alcaldía con Mario Amilivia, compatibilizando todo ello con investigaciones y publicaciones de todo tipo, si bien, su mayor gozo fue el nombramiento como Cronista Oficial de León, decisión tomada por unanimidad de todas la fuerzas políticas de la ciudad el 6 de febrero de 2001, oficio que compaginó con el cargo como Director de los Museos Municipales, que si bien eran y son inexistentes, fue Luis quien comenzó a trabajar en su redacción.

En su función de Cronista, siguió los pasos de otros ilustres leoneses, por cierto, enormemente vinculados con la Semana Santa leonesa y con la cofradía de “Minerva”, (Angel Suárez Ema y Máximo Cayón Waldaliso) sintiéndose tremendamente satisfecho porque sería reconocido como tal. De hecho el Cronista Victoriano Cremer, señaló que era merecedor del citado nombramiento, puesto que además del título ejercía el cargo. Por ello, Luis, entró en el presente siglo XXI con la ilusión de contar y descubrirnos nuestro pasado y dar testimonio futuro de los hechos que él mismo vivía. Incansable con su pluma, participó en congresos, conferencias, tertulias y mesas redondas, escribió grandes libros o sencillos artículos, trabajó y colaboró con la prensa, la radio y la televisión, con sus consejos y observaciones fue prudente asesor de amigos, profesionales del periodismo, la comunicación, la cultura y la política; además de manifestarse como un verdadero critico, conocedor y divulgador de los entresijos de la ciudad, no solo durante sus años de vida, sino, a través de sus pesquisas, de los siglos precedentes.

En el terreno personal, y aludiendo a su papel en la Semana Santa, conocí a Luis en 1996, el año en que publicó el libro “Peculiaridades de la Semana Santa Leonesa”, y su primer artículo en la revista de Minerva, “Procesiones en tiempo de Peste”. En aquel momento mantuvimos una larga y animada charla, concluyendo que no existían documentos que justificasen y explicasen la evolución e historia de la Semana Santa, aunque con un proyecto de trabajo serio en archivos este vacío ha ido desapareciendo, tanto que en la presentación que realizó, el pasado año 2003, del libro que conmemoraba los diez años de presencia de la cofradía del “Desenclavo”, afirmó que “al ritmo de investigación que llevamos conoceremos, en un corto periodo de tiempo, casi toda la historia de la Semana Santa leonesa”. Desde el año 98 compartimos conocimientos, noticias y documentación. Durante el año 1999, nos pusimos manos a la obra con nuestro amigo común Fernando Llamazares, en la redacción del libro que sobre la Semana Santa leonesa había encargado la Junta de Castilla y León. Por cierto, el 28 de septiembre del año 2003, un día antes de ingresar Luis en el Hospital de León, nos volvimos a juntar los tres en el claustro catedralicio para escuchar la eterna disputa del foro u oferta que tiene lugar el día de las Cantaderas.

Aquel fue un momento agradable e incluso divertido por la dialéctica entre los vocales del Cabildo y Ayuntamiento. Los días posteriores se convirtieron en una lucha por vivir, así me lo mostró el miércoles 8 de octubre, manteniendo una gran claridad respecto a sus objetivos; en primer lugar una conferencia sobre Política y Restauración de la Catedral de León, con motivo del séptimo centenario de la consagración de la Iglesia Mayor de la ciudad, en cuyas celebraciones participó activamente, su segundo proyecto a cerrar era la constitución del equipo que preparase el quinto centenario de la Virgen del Camino. Y después estaba su futuro, su vida, que asumía con un gran afán de superación y optimismo, con la ilusión y emoción de seguir aportando su locuacidad y esplendidez en el conocimiento cultural de León y su divulgación. Pero, si bien la prioridad era su propia curación, de hecho no paró de trabajar aunque la fatiga le asaltase, leía y seleccionaba los artículos que pasaban a su archivo, y ese día había recortado uno de Julio Cayón sobre el Museo de Semana Santa.

Este, el Museo, fue “su” centro cultural, era la idea que Luis había desarrollado con mayor entrega, continuidad y cariño, un concienzudo proyecto que creó con destino a situar a la Semana Santa de León donde se merece, un lugar para conservar dignamente parte del patrimonio histórico, artístico y documental de esa Semana Santa por la que luchó, y que quiso musealizar por designación Municipal y encargo de la Junta Mayor de Semana Santa, para que cualquier leonés o forastero pudiese conocer y disfrutar, durante todo el año, con ese pequeño aperitivo que era el museo. Un centro que por respeto a su dedicación y generosidad para con las cofradías y su Semana Santa convendría llevarse a cabo sin ninguna duda, es más, el archivo y biblioteca que completa el museo debería llevar su nombre.

Por otro lado, cada hermandad leonesa y asociación tiene que hacer balance de las colaboraciones regaladas por Luis, así, los hermanos de la Real cofradía del Santísimo Sacramento de Minerva y la Santa Vera Cruz le recordaremos por su primer articulo en nuestra revista, citado arriba, por los publicados en el 2002 y 2003, respectivamente: “La procesión de Don Cayo, en 1891”, y “Una procesión en año par. (Minerva hace la del Entierro en Gijón)”. Coincidiendo con su nombramiento como Cronista Oficial de León, presentó la imagen de Nuestro Señor Jesús de la Salud, (cruel ironía) en el 2001, año en que su compromiso con esta cofradía fue definitivo, y en el que tuve la gran satisfacción de compartir con Luis, la retrasmisión de la procesión del Santo Entierro a través de las cámaras de Televisión de León; afirmó públicamente que siempre aportaría un artículo para la revista anual de la cofradía, durante la comida posterior a la procesión del “Corpus Chico”; y el 24 de noviembre del mismo año, se implicó en la comisión creada para velar por el idóneo proceder de la restauración de la Imagen de la Piedad, en el Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Castilla y León en Simancas. El 26 de octubre de 2002 participó, de un modo audiovisual puesto que físicamente se hallaba en el Congreso anual de Cronistas Oficiales, en la ceremonia que tuvo lugar en San Martín con la presentación de la Piedad recién restaurada y la instauración en su retablo. En el año 2003 fue activo colaborador con sus ideas en los actos que los miembros de la banda de cornetas y tambores de la cofradía dedicaron a sus predecesores, siendo el presentador del concierto que a tal efecto realizó la banda en el Auditorio Ciudad de León, el 28 de marzo de 2003. Junto al hermano Juan Carlos Ponga recibió a las autoridades para la procesión del Santo Entierro del año 2003, a la que se incorporaría en San Isidoro para pujar la Virgen de la Soledad, cobijándose bajo el manto de la “Virgen Guapa”, aunque no de la intensa lluvia que sufrimos. A Luis, esto último no le importó, puedo asegurar que junto a otros cinco hermanos, celebró aquella procesión, como algo duro pero sumamente satisfactorio en su vida personal, tomando limonadas hasta bien entrada la madrugada del Sábado de Pascua. De este modo creo estar seguro que a esta cofradía le falta hoy un respetado amigo, un colaborador fiel, un cronista comprometido, un generoso didacta que nos enseñaba con su sabiduría, y sobre todo, un hermano responsable.

Y quiero llegar ya al final de este recuerdo de Luis, no sin antes afirmar que, de algún modo, durante esta Semana Santa, Luis, volverá a estar apostado en algún rincón de la ciudad para ver las procesiones y estará tomando sus jugosas notas en una cuartilla, palabras que nunca podremos conocer hasta que nos llegue nuestra hora de reunirnos con él, y vuelva a narrarnos la historia e historias de León, y como no, también nos cuente la del cielo, y es que el infatigable Luis, a buen seguro, se las arreglará para revolver en los archivos y escritos del Altísimo.

Gonzalo Márquez

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