500 AÑOS DE PROCESIONES EN LEÓN

Texto  del Encuentro de "Semanas Santas" con declaración de “Interés Turístico Internacional”. ZAMORA, 23 de febrero de 2019.


La ciudad de León tiene ya mas de 2000 años de historia. El reino de León, ya existía hace más de 1000 años, y la Semana Santa, con sus cofradías de penitencia y sus actuales hermandades, han existido en esta ciudad durante más de 500 años. Es por ello que podemos decir que en León su Semana Santa, ha estado presente durante mas del 25% de su historia.

Pero no quiero caer en el exclusivismo leonés, sino trasladar esta historia de gentes comunes a un ámbito más general y extenso. El que iguala a hombres y mujeres, el que nos enseña que un hábito de penitencia, sea de la población que sea, nos equipara a todos como cofrades. Que tú historia cofrade y la mía, no son distintas, sino la misma, y ambas tienen más de 500 años de historia, mucho años ya, en los que decenas de miles de cofrades han caminado tras una cruz, como hoy lo seguimos haciendo.

Tengo la certeza de afirmar que, a pesar de las peculiaridades de la Semana Santa leonesa, quien les va a hablar, no pretende contarles esto ni lo otro de nuestras cofradías, sino hablarles de que aquí, las cofradías, las procesiones, y los pasos, son parte de un todo, de un mundo cofrade que ha de buscar su esencia en la fe, su redención en la penitencia y su consuelo en el encuentro con la imagen del Señor y de su Santa Madre.


Los orígenes de este anacronismo maravilloso que es la Semana Santa, hay que encuadrarlos en las cofradías y procesiones como una realidad supra local. Hemos de tener en cuenta que las procesiones de la Semana Santa actual son fruto de múltiples factores, pero en sus orígenes, y muy básicamente, resultan de combinar las celebraciones pasionales de la muerte y resurrección de Cristo por parte de la Iglesia, con la existencia de cofradías.

La iglesia Católica, dentro de sus rituales litúrgicos, ha celebrado la Semana Santa desde sus orígenes, tomando como punto inicial la entrada del Señor en Jerusalén hasta su resurrección, pasando desde las ceremonias del desenclavamiento de imágenes de cristos articulados, para ilustrar la muerte y descendimiento de Cristo de la Cruz, a la representación del Santo Entierro del Señor.

De este modo, y como ejemplos, el primer templo leonés acogió la conmemoración de la Pasión de Cristo con alguna función dramática, tal y como queda reflejado en 1450 según documentos publicados por el profesor zamorano, maestro en todo lo que tiene que ver con el estudio y divulgación científica e histórica de la Semana Santa Española, don José Sánchez Herrero. Aquellas celebraciones eclesiásticas cercanas a la representación teatral de la Pasión, no eran las únicas, también hubo otras ceremonias como era el canto del Vexilia Regis, durante los santos oficios del miércoles de tinieblas y del propio Viernes Santo, o día de la Cruz. En algunos lugares se denominaba como ceremonia de la Seña. Esta celebración fue común en distintas catedrales, y desde luego, en León también se interpretó el himno “Vexilia Regis”, un canto a la cruz como estandarte de Cristo, de un modo similar a como se realizaba en las catedrales de Palencia o Sevilla, utilizando un pendón de tafetán negro con una cruz de tono rojizo en medio.

Habiendo situado muy brevemente alguna ceremonia litúrgica en la Semana Santa, por parte de la iglesia leonesa del siglo XV, vamos ahora a encontrarnos con las cofradías, el segundo elemento básico para la existencia actual de esta celebración de carácter popular.

Al interrogante sobre si en León hubo cofradías en el siglo XV, hemos de responder que sí, pero, ¿estas eran penitenciales? ¿salían en la Semana Santa? Y estas dos preguntas no pueden tener afirmación categórica negativa ni de aprobación.

Lo cierto es que ya en el siglo XV existían cofradías sacramentales, de ánimas, de clérigos, gremiales, o devocionales. Pero las que celebran la Semana Santa organizando una salida de penitencia pública, suelen ser algo más tardías, por lo que sabemos de otras localidades españolas, a fines del siglo XV o principios del XVI, teniendo en León la primera noticia en 1513, de la que podemos certificar documentalmente que fue la primera cofradía en asumir la penitencia y por tanto la hermandad que inicia el camino que hoy mantienen miles de papones y paponas en León.

Aquel documento firmado en el monasterio colegiata de San Isidoro, fue una donación de bienes a la cofradía de la Vera Cruz, y trasmite el nombre del abad, procurador y escribano de la misma, así como de otros 21 hermanos. Apenas 24 cofrades tendría la Vera Cruz en aquella fecha. Y es cierto que en 1513 aparece la cofradía de la Vera Cruz, documentalmente instituida en el convento de San Francisco, pero no sabemos si entonces ya hacía procesión de penitencia.


No es hasta 1521 cuando se constata una procesión en la Semana Santa de León, la primera procesión conocida, la de los disciplinantes del Jueves Santo que fue el 28 de marzo del año 1521, cuando por el conflicto comunero, partidarios de diferentes bandos se enfrentaron en la Catedral de León, en el momento que entraba esta procesión. Apenas tres años nos quedan para afirmar que las procesiones de la Semana Santa en León son con seguridad, cinco veces centenarias. Si bien es cierto que existe un hallazgo documental, por quien fue Cronista oficial de León, Luis Pastrana Giménez, que podría referirse a la existencia de una procesión de Semana Santa que pasaba por la judería leonesa en 1481, según un acta de la Catedral de León.

La realidad es que aquella procesión de 1521 referida antes era la realizada por la cofradía de la Vera Cruz, según nos constata la documentación de los archivos municipales de la ciudad de León desde los años 1564 y 1567, cuando los representantes municipales ya acompañaron y presidieron la procesión, además de ordenar la limpieza de las calles por donde había de pasar.

Cuando hablamos de los orígenes de las procesiones en la ciudad, estamos abarcando un arco temporal enorme. Si partimos de las referencias citadas y buscamos unas posteriores donde dejemos, de algún modo, cerrado y consolidado este proceso, nos vamos a adentrar en el siglo XVII, en algún momento tras la aprobación de reglas, en 1611, de la cofradía de Jesús Nazareno, pasando con anterioridad por la fundación de la cofradía de Nuestra Señora de las Angustias y Soledad. Así, estos inicios de nuestra Semana Santa agruparían alrededor de 130 años de historia formativa. Es la historia de las procesiones de disciplina, la historia de las primeras cofradías de penitencia, las que preceden al periodo barroco que suponen su desarrollo posterior y a los fenómenos socio políticos que durante el siglo XX han constituido nuestra Semana Santa contemporánea.

Tres cofradías ya han sido citadas, Vera Cruz, Angustias y Soledad y Jesús Nazareno. Las tres históricas hoy en día en León, el grupo de cofradías que hace años se distinguían dialécticamente como "las negras”, antes de la fundaciones de las hermandades y cofradías de Santa Marta, Jesús Divino Obrero, las Siete Palabras y el Perdón que con una idea tildada de “gremial”, agrupó a hosteleros, obreros, estudiantes y ferroviarios y se originaron entre 1945 y 1965, y sea dicho de paso, en este periodo, en concreto el 1 de marzo de 1947, fue fundada por edicto del Obispo Luis Almarcha la Junta Mayor Profomento de Procesiones de la Semana Santa, la actual Junta Mayor, por la que hoy estoy aquí, pasando este rato cofrade con vosotros, y a buen seguro en una hora que no es para escuchar estas cosas, así que agradecido quedo de vuestra presencia, atención y desde luego al encargo que desde mi Junta Mayor en palabra de su presidente, Manuel Angel Fernández me hizo a fin de compartir en este foro, un trocito de nuestra Semana Santa leonesa.

Os cuento más de la Vera Cruz, conocida actualmente como Minerva por haberse unido en 1895 con las Sacramentales "de la Minerva" y la Sacramental de la iglesia parroquial de San Martín.

La cofradía de la Vera Cruz se instaló en una capilla del citado convento de San Francisco en 1556 con autorización de Fray Antonio de Guzmán, quién permitió a los cofrades de la Cruz celebrar allí la fiesta de la Circuncisión los primeros días de cada año, así como otras misas dotadas por parte de un matrimonio, que anteriormente había fundado ésta capilla, bajo las advocaciones al nombre de Jesús y a la Cruz, concretamente en el año 1554. El matrimonio estaba formado por Francisco Álvarez y su mujer Juana de Quiñones. Y ya ahora nos aparece un apellido leonés muy familiar.

Hablar del apellido Quiñones en León, es bastante común y está ligado a la historia de esta tierra, pero, ¿y si, además tiene relación con la historia y el desarrollo de la Semana Santa, no solo en León? ¿Y si esta primera devoción penitencial en nuestra ciudad tuviese relación directa con un franciscano leonés nombrado por el Papa Clemente VII, cardenal de la Iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén en Roma, donde permanece enterrado en la actualidad?

Pues, efectivamente, se plantea algo que añade más pasión a los inicios de las procesiones de penitencia en León y a sus cofradías, y aunque no lo crean, también de España.

Este hombre se llamaba Enrique de Quiñones, nacido en León en el año de 1482. Fue hijo de Diego Fernández de Quiñones, primer Conde de Luna y de Juana Enríquez, y tras ingresar en la orden Franciscana en el convento de Los Ángeles de Hornachuelos en Córdoba, tomó el nombre de Fray Francisco de los Ángeles. En 1527 es nombrado por el Papa Clemente VII, Cardenal de la Iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén en Roma, templo que recuerda al Cardenal Quiñones y a su muerte el 5 de noviembre de 1540, al pie de un monumento funerario encargado por el propio Francisco de los Ángeles en 1536 al escultor Jacopo Sansovino. Aquella Basílica de la Santa Cruz, es una de las siete iglesias a visitar por los peregrinos a Roma y custodia una reliquia de la Cruz de Cristo y otras relacionadas con la crucifixión.

Este leonés franciscano tuvo una gran importancia e influencia en la historia católica y política del siglo XVI, y grabado en la piedra de su tumba se alude a su origen leonés, parece que orgulloso debió estarlo, según consta en la lápida al pie del monumento en la Iglesia que recuerda a Santa Helena, como descubridora de la Santa Cruz, una de las devociones procesadas por Francisco de los Ángeles, y por ello es, precisamente, conocido como el Cardenal Quiñones, como Cardenal de Santa Cruz. Fue General de los Franciscanos, reformador de la orden, creó junto con el Cardenal Cisneros en el año 1513, las constituciones de la orden femenina de las Concepcionistas, que obtuvieron aprobación del Papa, fue divulgador de los monasterios de las Clarisas, es decir, franciscanas descalzas. En León tenemos uno, bajo la advocación a la, precisamente, a la Santa Cruz, por iniciativa testamentaria también de un Quiñones, el 4 de enero de 1604, el Canónigo de la Catedral de León, Pedro de Quiñones Canseco.

Siguiendo con el impresionante currículo de Fray Francisco de los Ángeles, fue quien impulsó a su hermana Leonor de Quiñones, dama de la Reina Isabel, a fundar en León el convento de Nuestra Señora de la Concepción, que él mismo consagró en 1515 y cuya primera abadesa fue, también, una hermana suya, Francisca. Además, fue mediador entre el Emperador Carlos V y el Papa Clemente VII entre los tensos años de 1526 a 1529, y tuvo otras muchas intervenciones y empeños destacados, como el diseño de la evangelización en México.

Y pensarán que todo esto está muy bien, que quizás no sea una casualidad tanta coincidencia de devoción a la Cruz, y que Juana de Quiñones fundase una capilla titulada de la Santa Cruz, en la iglesia de un convento franciscano, habiendo un Cardenal Quiñones, leonés. franciscano y devoto de la Santa Cruz en Roma. Pero concluirán preguntándose, ¿y que tiene que ver esto con la Semana Santa?

Pues para añadirle la guinda, tiene también mucho que ver, y es que Fray Francisco de los Ángeles, un Quiñones de León, influye directamente en la divulgación de las cofradías y las procesiones en la historia de la Semana Santa. Y es que, según el zamorano y Catedrático emérito de Historia de la Universidad de Sevilla, José Sánchez Herrero, el 7 de enero de 1536 el Papa Paulo III, transmitió al Cardenal Francisco de Quiñones un “Vivae Vocis Oráculo”, es decir una voluntad de viva voz, con la concesión de importantes gracias e indulgencias a todos los cofrades, los de disciplina y los de luz, de las cofradías de disciplinantes o de la Santa Cruz o penitencia, de ambos sexos.

Dicha resolución fue recopilada mediante un escrito del citado Cardenal de Santa Cruz, y enviada, el 5 de febrero del mismo año, a la cofradía de la Santa Vera Cruz de Toledo, y de allí, esta aprobación papal para la práctica de la penitencia en Semana Santa se difundió por la geografía española y se documenta en Sevilla y en localidades como Alcañices, y aquí, en Zamora. Roma dio su bendición a las procesiones de Semana Santa de las incipientes cofradías de la Vera Cruz, y un franciscano leonés, devotísimo de la Santa Cruz debió difundirlo por los conventos de su orden franciscana e impulsar a aquellas cofradías ya fundadas a realizar publica penitencia. Jueves Santo y Vera Cruz suele ser una constante en nuestra Semana Santa española.

Por todo lo expuesto, no dudo que también llegase a León aunque no se conserve el documento. Porque aquel Quiñones no olvidó León ni en su lápida fúnebre, y porque, como hemos visto, León ya contaba con una procesión de disciplina y con la cofradía de la Vera Cruz fundada, la que desde 1556 se la permite celebrar sus cultos en la Capilla de Juana de Quiñones y su marido, quienes después la donaron en testamento a la cofradía en 1586. Una capilla que conservó y donde estuvo hasta la desamortización de 1835. Ya en 1837, dicho sea de paso, salió por primera vez la procesión del Santo Entierro, organizado conjuntamente por la Vera Cruz y la cofradía de las Angustias, desde la iglesia de San Martín. Y es que tenemos nuestras peculiaridades. León tiene dos procesiones del Santo Entierro, la que organiza la Vera Cruz los años impares, y la que organiza las Angustias y Soledad los años pares.
 

En la primera figuran 9 pasos actualmente y en la segunda 10. Podemos decir que nuestro Santo Entierro en León, lo componen 19 pasos, algunos parecidos, pero totalmente diferentes. 

No me pidan que se lo explique, es así por un acuerdo de 1830 entre ambas cofradías aunque evolucionando mucho en el tiempo.

A estos inicios señalados de nuestra Semana Santa, hay que añadir otro factor en el siglo XVI que estimula su evolución y crecimiento.

Este es el impulso que supuso la contrarreforma, es decir, la reacción de la iglesia de Roma frente a la reforma que había supuesto un cisma en la misma, con el nacimiento de la iglesia protestante y que se concreta en la doctrina emanada del Concilio de Trento, que tuvo lugar entre 1545 y 1563.

Trento fue un estimulo y un incentivo para la divulgación de las devociones populares y de la vivencia colectiva de la fe.

No es casual, por tanto, ni extraño que en León la primera noticia oficial de carácter civil alusiva a la Semana Santa sea del año 1564, justo tras la finalización del Concilio de Trento, cuando las cuentas municipales recopilaron por primera vez, como hemos señalado anteriormente, la participación del poder civil local en las procesiones, en principio, en la única que parece que había en aquel tiempo, la del Jueves Santo, la de los disciplinantes. La de la Vera Cruz.

Y es, desde entonces, cuando se dan las circunstancias para la aparición de nuevas cofradías, devociones y procesiones.

Así, gracias a la labor investigadora del historiador Antonio Alonso Morán, se ha documentado plenamente la fundación de otra cofradía que asume la disciplina en una procesión de Semana Santa, tomando como marco de origen, otro espacio que será enormemente importante y trascendente en la historia de la Semana Santa de León: El convento de Santo Domingo. Y así aparece la otra orden divulgadora de las cofradías y procesiones de Semana Santa, otra constante que une nuestras historias: Los dominicos.

Y es que, apenas 14 años después de la finalización del Concilio de Trento y de la irrupción de la representación del poder civil local en una procesión de Semana Santa, tiene lugar con certeza la fundación de la cofradía de Nuestra Señora de las Angustias y Soledad, en el citado cenobio dominico, el 9 de febrero de 1578. Esta cofradía siguió los modelos de hermandad de disciplina y penitencia propios del siglo XVI. Pero la nueva cofradía aportaría, también, algo nuevo, que fue centrar su devoción en la Madre de Dios durante la Semana Santa, el centro, ya no era la cruz ni el nombre de Jesús.

La nueva cofradía, de inequívoca advocación mariana, tuvo una fuerte base en el ejercicio de la caridad. Surgió, muy posiblemente a imitación de la Cofradía de las Angustias de Valladolid, pero sobre todo, y con más seguridad a mi entender, por la influencia de la institución de la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Angustias fundada en Madrid, el 21 de mayo de 1567 por la Reina Isabel de Valois y que salió en procesión por primera vez, el 16 de abril de 1568.

La nueva hermandad leonesa estableció, también en su regla fundacional, la realización de una procesión de disciplina y penitencia el Viernes Santo a las “ocho horas de Prima noche”, recorriendo las iglesias que el abad, diputados y oficiales estableciesen, siendo también importante señalar que no se citan pasos o imágenes para la procesión, sino “Insignias de la Pasión de Nuestro Señor e de las Angustias y Soledad de la Virgen María repartidas de trecho a trecho”. En aquella época aún no había pasos llevados a hombros en las procesiones de León.

Tramos o trechos, según apunta la documentación publicada, aquellos eran formados por cofrades de luz, alumbrando en la procesión con cirios de cera, y los de sangre o de disciplina, todos ellos ataviados con túnicas negras y la insignia “de las Angustias de Nuestra Señora” sobre el pecho.

De este modo, se cierra el siglo XVI cofrade en León, al menos, lo que tenemos bien documentado, con dos cofradías, Vera Cruz, y Angustias y Soledad, con sus procesiones iniciales del Jueves Santo y Viernes Santo, ambas por la tarde, que se integraron perfectamente en la ciudad y debían tener su importancia, puesto que el Ayuntamiento de León intercedió para su celebración en 1599 cuando se cerraron las puertas de la ciudad para impedir la propagación de la peste. Aquel año las procesiones se formaron, salieron y llegaron, en la actual basílica de San Isidoro, intramuros.

Pero el cambio numerario del siglo XVI al XVII, y en el caso leonés, aún no nos aleja de los orígenes de las cofradías penitenciales y de las primeras procesiones, puesto que aún se está formando la Semana Santa leonesa y todavía se acoge al concepto de las primeras cofradías de disciplina.

El mismo convento de Santo Domingo acogería otra hermandad de penitencia con la aprobación de las reglas de la cofradía de Jesús Nazareno, el 4 de febrero de 1611, si bien, el 9 de julio de 1610 esta cofradía ya contaba con Ventura de Valdés como abad de la misma, y con ese cargo negoció la compra, al citado convento, de una capilla, por tanto, la cofradía ya existía con anterioridad a 1611, un hecho subestimado. Las reglas de la cofradía de Jesús Nazareno de León, según copia hallada y divulgada por el investigador Xuasús González, estableció una procesión de penitencia, “de nazarenos”, el Viernes Santo por la mañana, que es la actual procesión de Los Pasos. Se puede afirmar que hoy es una magna procesión, pues pone en la calle 13 pasos que necesitan de 1.300 braceros para la puja de los misterios que representan la Pasión de Cristo desde la Oración en el Huerto a la muerte en la cruz. Procesión que precede una popular Ronda por las calles de la ciudad llamando en la madrugada a los cofrades para acudir a la capilla de Santa Nonia con la siguiente estrofa: “Levantaos, hermanitos de Jesús, que ya es hora”.

Mucho ha cambiado la procesión desde que las reglas de 1611 ordenasen hacer el Viernes Santo, por la mañana, una procesión de nazarenos por la ciudad, con cruces a cuestas, túnicas y capirotes de lienzo negro, llevando todos un rosario en las manos, sin citar la participación de alguna imagen o paso en el cortejo penitencial. La única alusión inicial a una efigie llamada de "Jesús Nazareno" se refiere a la procesión que debía hacer la cofradía el día del Triunfo de la Santa Cruz, 16 de julio, a la que tenían que ir “todos los cofrades con su pendón y cruz levantada y un Jesús Nazareno a la postre con sus hachas”.

He situado los orígenes cofrades de la Semana Santa de León, orígenes que no son muy distintos al resto del ámbito español, que siguen una pauta general que vincula a los franciscanos con el origen de las cofradías de la Vera Cruz en sus conventos, y a procesiones de Jueves Santo, y en el caso leonés ya hemos citado las particularidades que se dan con la posible vinculación con el Cardenal de la iglesia de la Santa Cruz de Roma. A continuación surgen otras dos devociones que también se vinculan con órdenes religiosas, y con el origen de las cofradías de penitencia, en este caso, y en León, fueron los dominicos, que vieron nacer en el seno de su iglesia conventual a las cofradías de Nuestra Señora de las Angustias y Soledad, por clara influencia de la fundación de patrocinio regio en Madrid de la cofradía casi homónima a la leonesa, y en segundo lugar la cofradía bajo advocación al Nazareno, pero en su devoción al Nombre de Jesús, una de las difundidas desde el siglo XIII por los propios dominicos, y ambas cofradías vinculan sus procesiones al Viernes Santo.

León y su Semana Santa, gracias a la documentación, que si bien es aún escasa, encaja perfectamente en el origen y desarrollo de las procesiones de la Semana Santa en España, con más de 500 años ya de historia. ¡Fíjense si nosotros, como cofrades del siglo XXI no tenemos responsabilidad!

Poco o nada tienen que ver nuestras procesiones hoy en día con el origen de las mismas en León. Se conservan las advocaciones de la Vera Cruz, de Angustias y Soledad, y de Jesús Nazareno. Surgieron como una corriente general de piedad popular, fueron impulsadas por la jerarquía eclesiástica, favorecidas por el poder civil y evolucionaron.

En ese desarrollo, y posteriormente, se mostraron sensibles a los cambios socioeconómicos, perdieron la austeridad, adquirieron pasos, se hicieron posiblemente más festivas, más aparentes, sufrieron los intentos de erradicarlas en tiempos de Carlos III, desaparecieron procesiones, se extinguieron en tiempos de la guerra de Independencia, intentaron resurgir de las cenizas, las expulsaron de los conventos donde nacieron, pelearon por existir y seguir haciendo sus procesiones, renovaron patrimonio, se vieron favorecidas durante el gobierno del general Franco, y es entonces cuando aparecieron nuevas cofradías y nuevas procesiones, que han dado lugar a nuestra Semana Santa.

El punto de inflexión de esa Semana Santa “antigua” fue en 1945. El motivo fue el estreno del monumental paso de misterio de El Descendimiento por parte de la cofradía de la Vera Cruz, un grupo escultórico del taller de Víctor de los Ríos que hizo dar un giro a la imaginería que hasta entonces mostraban las tres cofradías existentes y supervivientes.  

De mano de estas antiguas cofradías han llegado deliciosas representaciones de la Pasión, como la Virgen de las Angustias, el Cristo que ahora se llama del Desenclavo y fue un Cristo articulado en la cofradía de la Vera Cruz, el Yacente del Santo Sepulcro de las Angustias, el Señor del paso de la Flagelación, el Cristo del misterio del Expolio y cómo no, el Nazareno, el Señor con la cruz a cuestas del siglo XVII titular de la denominada actualmente como cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno y que hoy lleva cuerpo sevillano tras la restauración de Juan Manuel Miñarro.

Y si 1945 fue importante por el nuevo paso de El Descendimiento, no menos lo fue por la fundación de una nueva cofradía, la hermandad de Santa Marta, porque, además de iniciar una nueva etapa cofrade, trajo a León otro misterio monumental del taller de Victor de los Ríos, la Sagrada Cena, que, además dio lugar al de la Resurrección de la hermandad de Jesús Divino Obrero, una nueva cofradía. Y así León vio aparecer dos nuevas hermandades, y después otra cofradía de Viernes Santo que conmemora con sermón las Siete Palabras de Jesús en la Cruz y toma su nombre de ellas, y con seis pasos a día de hoy las representa en la calle. Y en 1965, de más allá de las vías, al otro lado del río Bernesga, nació una cofradía de ferroviarios, El Perdón, que traería a su barrio un Cristo humilde de Angel Estrada.

Desde entonces León quedó expectante, con siete cofradías, una treintena de pasos y 13 procesiones hasta finales del siglo XX.

En 1987 llegó el primer Congreso Nacional de Cofradías de Semana Santa, aquí, en Zamora, y para el segundo, celebrado en León en 1992, aparecieron nuevas cofradías en nuestra ciudad, La Redención, La Expiración y el Silencio, María del Dulce Nombre, y la del Cristo de la Bienaventuranza. E inmediatamente después se fundó la del Cristo del Desenclavo, Santo Sepulcro - Esperanza de la Vida, la del Cristo de la Agonia, y tras ellas llegaron las últimas, la de Jesús Sacramentado y del Cristo del Gran Poder. 9 cofradías en tan solo 4 años. Nuevos modos, nuevas formas, y una heterodoxia cofrade que parece ser asumida.

Se multiplicaron los pasos, pasan de los 100 a día de hoy. Llegaron a León obras de Martín Nieto, Navarro Arteaga, Jaime Babío, Jose Antonio Martínez Rodríguez, Ana Rey, Ángel Pantoja, Juan Manuel Miñarro y Pablo Lanchares entre otros.

Hay una transformación en la música de las bandas existentes, muchas desaparecen y otras nuevas se forman y León se enriquece musicalmente y hasta exporta múltiples composiciones de marchas para procesión, incluso algunas de sus bandas alcanzan una excelencia musical reconocida y se demandan fuera de nuestra ciudad.

El casco antiguo de León de gran tamaño y valor histórico artístico, se llena de gente, de papones, manolas, turistas, pasos, bandas, procesiones y cofradías que duplican y hasta triplican sus actos en la Semana Santa.

Una declaración de Interés Turístico Internacional hace presumir a una ciudad de su Semana Santa y de la participación popular desde al año 1999, en mas de 30 procesiones y vía crucis, y como eje de la popularidad alcanzada, un acto durante la procesión de los pasos de la cofradía de Jesús Nazareno en la plaza Mayor de León, el Encuentro en la mañana del Viernes Santo. Ese Viernes Santo tan distinto a lo que debió de ser hace 400 y 500 años.

Y me gustaría volver al comienzo de mi intervención, lo que nos puede hacer diferentes a los cofrades por colores de túnicas, por diferentes emblemas, por distintas procedencias, es lo que nos une, tu historia cofrade, seas de donde seas, no es distinta a la mía, sino la misma.  

León espera ya a que la procesión parroquial de Nuestra Señora del Mercado, la madre de la calle Herreros, la Dolorosa del Camino, finalice su novena y el Viernes de Dolores y marque con su cruz en la calle el inicio de la procesión. La que no dejará de fluir hasta que el resucitado de Jesús Obrero llegue a su parroquia tras la procesión del Encuentro que pondrá el broche de oro a la representación simbólica del misterio y fin último de las celebraciones de la Semana Santa, la Resurrección, que con una voz entonando un “¡capillos arriba!”, deja rostros cansados y sonrientes, satisfechos de haber cumplido un año más el rito en la plaza de una Catedral gótica, excepcional y maravillosa, que ha sido testigo de cada una de las Semanas Santas anteriores. Y ese rito con más de 500 años, es el que los leoneses de su Semana Santa deseamos y buscamos con ilusión perpetuar otros 500 más. Estáis invitados a disfrutarlos con nosotros, con nuestra gastronomía y hospitalidad.

Muchas gracias a todos los presentes por vuestra asistencia, vuestra paciencia y mi deseo fraternal a todos como cofrade.

Paz y bien.


G. Márquez García. Cuaresma, 2019

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